lunes, 4 de noviembre de 2013

¿Cómo me preparo para iniciar una sesión de Coaching

                                                               Los mejores Coachs son aquellos que saben estar presentes,
                                                                  sintonizados con sus clientes y conscientes del proceso.
Como coach, esta pregunta me parece fundamental y su repuesta estará vinculada a nuestra experiencia, a nuestros valores, emociones, estados anímicos, predisposición, funciones y objetivos y nuestro nivel de consciencia.
Personalmente esta pregunta  me ayuda a centrarme y me permite ser consciente de mi misma como persona y como coach. Me conecta con mi rol y con mi predisposición hacia mi cliente. Pararme un momento antes de acoger a mi cliente, respirar y reflexionar sobre lo que me está pasando y como me estoy sintiendo me permite vaciarme de mi misma y abrirme a lo que el cliente quiera compartir en la sesión.
No siempre ha sido así. Cuando inicié mi andadura como Coach, tuve la suerte de poder supervisar mi praxis y el desarrollo de mis procesos. Desde mi inconsciencia, en ocasiones me precipitaba e iniciaba  alguna sesión sin haberme escuchado a mi misma. En otros casos era a lo largo de la conversación que algún tema “me resonaba” y me desconectaba del proceso y de mi cliente. En otras situaciones mi estado anímico, mis propias creencias limitadoras, mi impaciencia o el juez que llevo dentro estaban interfiriendo en el fluir  del proceso. Otras veces me colocaba inconscientemente en otro rol, ya que en lugar de acompañarlo como coach tendía  a colocarme en otros roles más interiorizados anteriormente, el de psicoterapeuta o el de profesora.
La reflexión interna y la supervisión externa han sido claves para entrenar las habilidades que me permiten iniciar y realizar procesos con mayor consciencia de mi rol como coach.
¿Te ha pasado alguna vez que no te has escuchado y has iniciado una sesión sin haber “escaneado” tu mente, tu corazón, tu cuerpo, tu espíritu? ¿Cómo influye en el proceso? Cuando estás enojado, asustado o triste, cuando estás distraído, disperso, espeso o cerrado, cuando estás cansado, inquieto, dolorido sientes frío o calor, hay poca luz o demasiada…¿te cuesta conectar con el cliente? ¿Eres conciente del impacto que puede tener en el éxito de la sesión?
Cómo coachs asumimos una gran responsabilidad: dar lo mejor de nosotros, estar despiertos y atentos. Respetar a nuestro cliente implica acompañarle asumiendo nuestro rol de manera consciente.
¿Qué ocurre cuando de manera precipitada, inconsciente, desconectada o enturbiada iniciamos la sesión? ¿Cómo afectará al vínculo con el cliente? ¿Al ritmo y cadencia de la conversación?
Cada vez que iniciamos una sesión de coaching surge una gran oportunidad para poner en orden nuestras emociones, sensaciones y pensamientos, para centrarnos en nuestro rol y en nuestro cliente. Explorar lo que nos está pasando interna y externamente, nos permitirá recolocarnos, tranquilizarnos, abrirnos y predisponernos a dar una cálida acogida a nuestros clientes. También facilitará conectar con nuestras fortalezas, competencias y recursos.
Antes de acercarnos al cliente, parar unos instantes, respirar hondo y conectar con nuestro silencio interior, con la amabilidad y la confianza nos abrirá las puertas al otro y así crearemos las condiciones para que el cliente también pueda abrirse a ese silencio interior, aquel que le permitirá encontrar las mejores respuestas a sus dudas e inquietudes, el mejor plan de acción para lograr sus objetivos y la inspiración para lograr sus sueños.
No es fácil llegar a nuestro silencio interior, para ello primero hemos de parar, respirar y escuchar nuestra mente, el carácter de nuestro “ruido interno”, nuestros sentimientos y actitudes o predisposición, nuestras intenciones y los valores que nos guían. Cuando lo escuchamos podemos intervenir e influir para efectuar los cambios necesarios para que no interfiera. Este cuestionamiento facilita que conectemos con la mejor versión de nosotros mismos, con aquella que es amable, comprensiva, paciente, receptiva e intuitiva, imprescindible para acompañar de manera efectiva a nuestros clientes, la que nos permite infundir confianza y autenticidad al proceso, la que facilita que el cliente se abra y conecte con su verdad.
A lo largo de la sesión,  somos asimismo, responsables de advertir de dónde surgen nuestras preguntas, como estamos realizando los feedbacks, la calidad de nuestra escucha empática, nuestro estado anímico o si el tema nos puede estar “resonando”. En definitiva, desde la autoconsciencia y la autorreflexión nos comprometemos con nuestro rol, y respetamos al cliente y su proceso de cambio.
Se trata de recordar y mantener esta atención a lo largo de todo el proceso. Esto requiere un entrenamiento que no puede practicarse solamente cuando estamos haciendo sesiones de coaching. Es una manera de estar. Es una filosofía de vida. Es un hábito que debería formar parte de nosotros, para poder acompañar a otros en la generación de este hábito que les permitirá incrementar su conciencia para tomar las mejores decisiones.
Uno de los objetivos subyacentes al proceso de coaching es la toma de consciencia del cliente de lo que le está pasando en ese momento, de lo que está pensando, sintiendo y percibiendo, de las decisiones que está tomando y de aquellas creencias que lo limitan, de lo que está haciendo y cómo está viviendo su realidad, si está decidiendo conformarse, victimizarse, preocuparse… Desde esta toma de consciencia podrá cambiar y tomar las mejores decisiones, aquellas que le acercan a sus sueños y objetivos, aquellas que le aportan los resultados deseados.
Cuando el cliente es conciente de lo que está pasando adquiere poder para influir sobre ello, desde su capacidad de elegir. Desde esta toma de consciencia puede ejercer su libertad, ya que se le ofrecen nuevas alternativas y posibilidades de cambio, más de las que en un principio creía poseer.
¿Cómo podemos acompañar a nuestros clientes en esta toma de conciencia si no somos capaces de hacerlo nosotros? De nada nos servirá conocer la teoría, almacenar técnicas y recursos, acudir a todas las formaciones posibles si no somos capaces de estar presentes, especialmente cuando vamos a iniciar un proceso, cuando lo estamos realizando y al finalizarlo.
Cómo Coachs, se nos presenta un gran desafío: desarrollar aquellas habilidades que nos permitan  “ser conscientes” de las decisiones que tomaremos a continuación. Las mismas habilidades que deberán desarrollar nuestros clientes para liderar sus vidas.
Imagina y visualiza que vas a iniciar una sesión. Te invito a parar, respirar y reflexionar:
¿Qué pensamientos están gobernando tu mente en este momento?
¿Qué sensaciones pueden estarte incomodando o distrayendo?
¿Qué emoción o sentimiento estás sintiendo?
¿De qué te has de desprender antes de empezar?
¿Cuál es tu predisposición hacia la otra persona?
¿Qué te permite ser un Coach que acompaña a su cliente?
¿Con qué has de conectar para ser ese coach?
¿Qué valores te inspirarán a lo largo de todo el proceso?
Sugerencia: aprovecha cualquier interacción para practicar. No practiques solamente cuando vayas a iniciar una sesión de coaching. Practica cada vez que vayas a iniciar una conversación con otra persona. Entrena y entrena…”Dar cera, pulir cera”. No desfallezcas en el camino. Es un entrenamiento que requiere constancia, perseverancia, fortaleza, honestidad, respeto y mucha amabilidad. Se trata de tenerlo cada vez más presente hasta que lo podamos integrar totalmente en nuestra vida, como forma de estar con nosotros mismos y en las interacciones con las demás personas.
A lo largo de este entrenamiento no sólo desarrollarás tu competencia como Coach, sino que tus relaciones mejorarán, te sentirás más en paz contigo mismo y generarás espacios de confianza y crecimiento en cada conversación que realices. 

Entrada sacada de Hermínia Gomà


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